Divorciados, reproducidos e hipotecados



Una nueva categoría social parece haberse consolidado en nuestras vidas según estadísticas de nulidades, separaciones y divorcios publicadas por el INE. En ellas, los separados y/o divorciados con hijos suman el 57,1%. No se nos dice nada sobre la propiedad de la vivienda, pero, considerando que España es el país de mundo con más vivienda en propiedad y que el mayor número de rupturas tuvo lugar en la franja de edad comprendida entre los 40 y los 49 años, tanto en hombres como en mujeres, podríamos deducir un alto porcentaje de hipotecados en esas separaciones. Es así como los divorciados, reproducidos e hipotecados (DRH) constituyen un nuevo grupo social a considerar como tal. Aunque se ha frenado la tendencia al alza de divorcios y separaciones que tuvo su cenit en 2007 (probablemente la crisis económica tiene que ver en un porcentaje elevado en este dato), lo que parece claro es que el modelo de matrimonio para toda la vida no es ni el único ni siquiera el mayoritario. Sin embargo, seis de cada 10 entrevistados dice creer en el amor para toda la vida. Se hace difícil digerir tales sentimientos con la radiografía estadística, aunque bien podrían buscarse explicaciones en otros fenómenos sociales que tienen más que ver con las formas en las que organizamos nuestra convivencia, y que nos muestran que la vida en pareja es la opción más deseada por los españoles. Si en algún momento de nuestra historia contemporánea el matrimonio lo era para toda la vida, no es menos cierto que hoy ha dejado de serlo y ello lleva como añadido grandes transformaciones en nuestro concepto del amor, de la fidelidad, de la autonomía o de las relaciones económicas entre las parejas. Si los bienes gananciales era la forma mayoritaria en la que las parejas accedían al contrato matrimonial (salvo en Cataluña), la separación de bienes o los porcentajes son hoy una realidad que cualquier pareja discute antes de firmar el contrato matrimonial.
En la actualidad parece más fácil disolver el vínculo afectivo, máxime cuando las rupturas pactadas se han convertido en la pauta de conducta del 67,7% de los divorcios en nuestro país, que la disolución de los compromisos económicos adquiridos en el matrimonio. Es así que uno puede divorciarse de su pareja pero no del banco, convirtiéndose éste en un vinculo mucho más estable y por ende de más influencia en tus decisiones futuras a la hora de crear, mantener o proponer otras uniones sentimentales. Analizar las consecuencias que la primera relación matrimonial tiene en los modelos posteriores de pareja y nuestros comportamientos afectivos-económicos puede resultarnos relevante para entender nuestros comportamientos, demandas y compromisos o carencias de ellos que muestran nuestras futuras uniones. Mientras la mayoría reproduce los mismos modelos o similares en las futuras relaciones, otros reaccionan con opciones de escape, de fragilidad emocional o de bloqueo, imposibilitando posibles uniones afectivas generosas y solidarias y demostrando escasa capacidad de aprendizaje emocional. La idea de una tercera vía, que sería replantear la forma de amar y crecer emocional y personalmente sin dependencias, suele ser la menos transitada porque requiere desbrozar una tremenda maraña económico-emocional que aterra y paraliza, pero es la idónea para sentirnos más felices.

Nuria Roldán Arrazola

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