PRODUCCIÓN DE PERSONAS



En el marco de las celebraciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, los líderes políticos nacionales han hecho declaraciones que ponen de manifiesto el alcance de su visión sobre las relaciones sociales y los medios de reproducción social. El presidente Rodríguez Zapatero anunció la necesidad de que los hombres se incorporen a la igualdad, mientras que el candidato a presidente del PP, Mariano Rajoy, enarboló la bandera de la libertad de las mujeres para cuidar de sus hijos. Analizar las declaraciones políticas desde un entramado social no sería demasiado completo si además no se realizan análisis de las acciones políticas que se llevan a cabo.

Las iniciativas legislativas (Ley de Igualdad, Ley Integral contra Violencia de Género, planes de igualdad de oportunidades...) encaminadas a la eliminación de las desigualdades que se fundamentan en la división sexual fracasan si no poseen un nuevo entramado moral que genere nuevos modelos políticos. Las declaraciones políticas o académicas quedan en agua de borrajas si no entran a dilucidar el problema de género en cuestión, a saber: los costes en la producción de las personas.

Mientras uno (Zapatero) realice declaraciones poéticas sobre la incorporación de los varones a la igualdad y no legisle en la dirección de computar los costes de la producción de personas en el modelo de fiscalidad o en la forma de computar las pensiones y el otro (Rajoy) realice declaraciones amparadas en modelos sociales pasados, fundamentados en una moral que no genera igualdad sino dependencia, la libertad a la que se aspira no será más que una falsa libertad.

Una libertad que genera más confusión y más retraso en la innegable necesidad de crear un modelo moral de segunda generación fundamentado en la reflexión y no en la simple repetición de comportamientos avalados por unos contenidos implícitos, más propios de una sociedad de estamentos que una sociedad democrática. Las recientes modificaciones en el cálculo de las pensiones no hacen más que agravar las oportunidades para que las mujeres consigan una pensión o generen más vidas. Las mujeres españolas llevan años realizando una huelga de vientres que genera que la tasa de reposición sea la más baja del mundo. Las mujeres españolas sufren una diferenciación salarial promedio del 16% en relación con los varones de su misma titulación. Las mujeres españolas vienen sosteniendo un sistema dual de protección social basado en los servicios públicos y en el cuidado familiar.

No vale con que las mujeres hayan accedido a la educación superior o estén más formadas que sus compañeros varones si el problema de la producción de las personas no se convierte en el eje de las políticas, en el marco de la sostenibilidad del sistema. Estaremos creando grandísimas dosis de frustración y desigualdad.

Hombres y mujeres desean tener hijos, pero el peso de la producción de esas nuevas personas no puede recaer, en exclusividad, en los hombros de las mujeres porque genera frustración, en el sentido de que las mujeres han sido educadas para ser independientes y autónomas y esa autonomía se ve gravemente afectada por los costes de la reproducción. Desigualdad, porque dependiendo de las condiciones económicas de la unidad familiar se darán diversas posibilidades para una mujer de seguir adelante con sus ambiciones profesionales o de quedar estancada sin posibilidad de reincorporación a la vida laboral.

Teniendo en cuenta los recortes en la cobertura social, la ampliación del número de años en el computo de las pensiones, la feminización de la media jornada o la tendencia a la formación de una o más parejas a lo largo de la vida, las declaraciones dirigidas a la dedicación específica de las mujeres al cuidado de los hijos... no dejan de ser más que una broma pesada fundada más en seguir manteniendo un modelo social desfasado que generaría más pobreza femenina y más dependencia de éstas de modelos segregados que afianzan la idea de que si una persona no trabaja hay alguien que debe hacerlo por ella, y si no es así, se estaría generando un problema de pobreza femenina que habría que subsanar con políticas sociales de beneficencia.

El problema no ha hecho más que ser enunciado porque, lejos de estar resuelto, está más vivo que nunca y más actual en un mundo globalizado, con la movilidad como eje de la promoción del talento. No enfrentar la cuestión de la producción de personas es no hacer sostenible un sistema.

Nuria Roldan

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