HAMBRE DE LIBERTAD

Mapa de Egipto

Las revueltas surgidas en Egipto y las reacciones creadas por el régimen de Mubarak reprimiendo a los manifestantes, pone de manifiesto las necesidades de cambio de un poder político que se ha manifestado incapaz de equilibrar las diferencias sociales pretendiendo un progreso material sin libertades.
El viejo dilema entre progreso económico y libertades se ha mostrado una vez más falso. Ya el siglo XX nos enseñó que no hay progresión material sin democracia. Ése aprendizaje tendremos que aplicarle, no solo al mundo árabe, sino también al gigante asiático cuando llegue la ocasión.
El aumento poblacional, los mayores niveles educativos de un mayor grupo de personas unido a los valores de igualdad y la generalización de la información a través de la red, transforman en imposible la pretensión de una cúpula dirigente que se ha manifestado incapaz de acabar con las desigualdades sociales y de ir progresando en el acceso a las libertades.
Las actitudes timoratas de Occidente hacia un régimen que les había prometido la paz social y el freno del Islam político, se trasforman en “flatus Vocis” propio más de situaciones de guerra fría que de globalización, quienes pretendan poner lindes al campo se encontraran con la rebeldía de las poblaciones que no depositan la confianza en su casta dirigente y que desean vivir sin censuras en sus alcobas.
Las manifestaciones culturales suelen ser un buen test para evaluar los niveles de tensión de una sociedad y los cineastas Egipcios, Yousry Nasrallan entre ellos, llevan años mostrando la tensión existentes en las relaciones interpersonales que han elevado los niveles de crispación entre mujeres y hombres, entre hijos y padres y entre grupos sociales.
Si en los años 80 la lucha de las mujeres egipcias por su liberación eran consideradas propias de una minoría ilustradas, Nawal Al Saadawi, la necesidad de cambio se muestra ahora más generalizada.
La producción cinematográfica de los años 90 comenzó a llamar la atención sobre la censura y la autocensura que impregna la sociedad egipcia, denunciando el matrimonio por conveniencia, el aborto, la infidelidad o la falta de expectativa de la juventud Egipcia, muestran, a mi modo de ver, la necesidad de un cambio en el paradigma de análisis.
Si occidente sigue empeñado en entender los conflictos en una vieja clave de relativismo cultural e ideología tradicional estará herrando una vez más el tiro, puesto que los conflictos no cesaran y las posibles soluciones no pasan por contener las revueltas sociales apoyando sistemas amorfos e incomunicados con su población.
Como si los occidentales tuviésemos un molde o cartabón por el cual cortar el patrón y seguir engañando a la historia. Ese tiempo pasó.
El cortoplacismo de la política europea hacía el mundo árabe debe cambiar para dar cabida a los nuevos enfoques de la ciudadanía global, de lo contrario actuará como aliciente de un fundamentalismo islámico que en nada ayudará a los nuevos sectores árabes que quieren una democratización con un modelo de convivencia que se vayan otorgando así mismos, sin el permanente paternalismo de occidente.

Nuria Roldán
http://www.canariasaldia.com/noticia.php?noticia_id=254392

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