EL OTRO DERBI
No hubo tanta cámara ni tanta expectación pero tampoco algarada ni disturbios, eran 22 colegas apasionados por un deporte, por una afición que, aunque les apoyaba, no hacía de su apoyo un acto hostil hacia el otro.
El derbi de La Verdellada no pasó desapercibido para los observadores que apreciamos el juego, la competividad y el respeto entre contrarios.
El fútbol se ha convertido para estos seniors azulblancos y amarillos en una forma de ocio, de encuentro, de divertimento, en definitiva de placer.
Mientras tanto en el Heliodoro hubo mal juego, poca deportividad, mucha fuerza pero poca fortaleza, mucha pasión pero poco conocimiento apasionado, mucha hostilidad y poca competitividad.
La expectación creada por los medios e instituciones sobre la magnitud del enfrentamiento y las dificultades de liderazgo hicieron que las gradas estuviesen más predispuestas a la bronca que al placer, más a la crispación de la diferencia que a la comunión entre miembros de una misma sociedad.
El modelo de atleta-guerrero que hegemoniza la práctica deportiva actual y que sustituye al monje-guerrero de épocas anteriores se ha mostrado como un buen elemento para la creación de falsas identidades y falsos conflictos que lejos de crear nación restan eficacia al sistema democrático.
Hora es ya de revisar esas estrategias que degradan nuestra convivencia y se manifiestan completamente ineficaces para construir una identidad nacional que sume voluntades, talentos y eficacia.
Hora es ya de que los responsables deportivos, clubes, jugadores medios de comunicación, árbitros valoren las consecuencias de estas formas de reproducción de las desigualdades en lugar de prácticas equitativas que tantos beneficios pueden aportar una sociedad Canaria, moderna que aspira al liderazgo moral.
Nuria Roldan-Arrazola
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