DESLEALTAD INSTITUCIONAL

Calvo Sotelo, José María Aznar, Adolfo Suárez y Felipe Gonzáles en la Moncloa.

Estos días hemos tendido noticia de que dos de nuestros expresidentes se han convertido en asesores VIP de dos grandes empresas energéticas de nuestro país, Endesa se ha inclinado por Aznar mientras que Felipe González ha sido  fichado por Fenosa.
Estos casos abren una nueva era en las relaciones entre la política y el Estado, en la forma de articulación de nuestro contrato social.
Si un día la ciudadanía hizo grandes a los dos ciudadanos antes citados, abriéndoles los secretos y entresijos de lo más importante que tenemos los españoles,  es decir, el entramado complejo de nuestras convenciones, nuestras alianzas, nuestras debilidades y un largo etc. de lo que supone la existencia de un Estado con más de 500 años de historia. ¿No sería de esperar, en buena lid democrática, que devolvieses esa grandeza que te han otorgado tus conciudadanos para engrandecer más al conjunto de nuestra sociedad? ¿Sería mucho esperar que pusieran sus servicios al servicio del conjunto de la ciudadanía que, un día tuvo la generosidad de depositar su confianza en ellos?.
Nuestra joven democracia, 32 años de Constitución, se pone a prueba en la forma que tengamos de resolver estos conflictos de intereses; Los intereses de estas dos compañías y los intereses del conjunto de la ciudadanía española que percibe la deslealtad de aquellos que un día ostentaron la mayor representatividad del Estado, de aquellos que fueron los presidentes de todos los españoles, de aquellos que prometieron cumplir y hacer cumplir la constitución y no desvelar los secretos del Consejo de Ministros.
Nuestro entorno político ha mostrado gran sabiduría a la hora de incorporar al los expresidentes a la defensa y grandeza del Estado convirtiéndolos en embajadores de los intereses de la Nación e incorporándolos como activos del Estado independientemente de su opción ideológica.
Sería esta una forma de restaurar el concepto de patriotismo que tan abusivamente ha sido utilizado para la defensa torticera de intereses partidarios y poner al servicio del conjunto de la Nación española sus conocimientos, recursos y agenda.
No podemos dejar pasar este tipo de conflictos si queremos devolver la dignidad perdida a la actividad más noble del ejercicio de la ciudadanía, a saber: La función pública de un cargo de representación, máxime cuando estamos hablando de la mayor representación del Estado.



http://www.diariodeavisos.com/2011/diariodeavisos/content/5013/

Nuria Roldan-Arrazola

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