POLÉMICA DE GÉNERO O EL BURKA SOCIAL
Las pasadas polémicas en relación con los atuendos, y comportamientos de nuestras políticas,(me refiero a las polémicas fotos de Sáez de Santamaría, Camen Chacón o la propia vicepresidenta primera) se han cerrado en falso, dando por zanjado el asunto después de un debate más partidario que social y de género.
Es por ello que quiero recogerlo para realizar una reflexión acerca de la división de los roles sociales.
¿Que están
queriendo manifestar algunas de estas críticas?, ¿Por qué se producen
cuando se trata de liderazgos públicos ejercidos por mujeres?
Parecería que ser mujer, no hacer dejación de ello, y ser una profesional aún no está verdaderamente aceptado.
La hipocresía
propia de nuestras sociedades occidentales se fundamenta en no decir o
no dejar traslucir lo que realmente uno piensa, especialmente si no es
muy políticamente correcto. Y, claro está, hoy no se puede decir que un
negro no está suficientemente preparado ni que una mujer debe quedarse
en casa al cuidado de sus hijos.
Aunque si se
dice, y así se trasmite a través de los modelos sociales dominantes, que
una mujer se incorpora a la actividad profesional sin dejar de asumir
el cuidado de los hijos, de la casa y de su matrimonio. Lo que viene
a significar es que no renuncia a un rol para acceder a otro sino que
se acumulan roles y tareas que, paulatinamente, lastran a las mujeres en
su vida profesional y hacen que reduzca sus ambiciones así como que
acepte situaciones en su espacio personal que no la gratifican.
Traduciéndolo
a términos políticos, sería como decir que estamos de acuerdo con la
igualdad pero los costes de la misma no son imputables a una acción
pública.
Pasados ya
los momentos históricos en el que las mujeres necesitaban vestirse de
varones para acceder a la Universidad (Emilia Pardo Bazán) o, mas allá
en el tiempo, tenían que meterse a monjas para poder acceder a la
educación; cuando debían renunciar, en suma, a todo aquello que las
significaba como mujeres para acceder al mundo que les estaba vedado: el
mundo de los hombres, el mundo público, el mundo del conocimiento, el
mundo del saber, en definitiva. Las mujeres que han saltado de forma
aislada al liderazgo político lo han hecho con la argumentación de que
no eran mujeres propiamente hablando: Golda Meir, Margaret Thacher1 etc.
Es decir cuando una mujer sale del espacio que le esta asignado socialmente se le denosta. ¿No es esto una contradicción?
Se pretende
que las mujeres se incorporen al espacio público sin que dejen de ser
“mujeres”, sin que cambien las relaciones sociales, familiares,
afectivas, económicas etc. ; por ello nos ponen y nos auto-imponemos un
BURKA SOCIAL.
Este Burka
tiene la misma función que el Burka de los Afganos. Se nos permite la
entrada en la esfera pública a costa de que renunciemos a nuestra
identidad específica; por ello debemos taparnos, engrisecerrnos,
invisibilizarnos, debemos hacernos perdonar lo que nos “debilita”
debemos ser buenas profesionales pero ocultar nuestra sexualidad,
nuestra diferencia, porque nuestra sociedad aún no esta madura para
aceptarla, porque como se ha teorizado tantas veces, la igualdad tiene
que producir una mayor androginia.
Es decir seremos más iguales si renunciamos a aquello que nos hace diferentes con respecto al patrón genérico que es el varón.
El BURKA SOCIAL sólo funciona si te lo pones tu misma, si accedes a la mutilación, es decir si te auto-censuras.
En estos
momentos la visibilización de la contradicción entre una sociedad que
quiere y necesita incorporar nuevos liderazgos y, a la vez, se aferra a
modelos desiguales, discriminatorios, sexistas en definitiva, se juega
en el ámbito político por lo que tiene de mediático; pero no es menos
cierto que se juega también en las alcobas de todas las casas, en el
mundo afectivo entre lo que las mujeres demandan y lo que los hombres
están habituados a ofrecer.
Es un modelo caduco que pone de manifiesto las contradicciones cuando hay que formular nuevas formas de coexistencia social.
El Burka aún
no ha caído ni caerá en un tiempo; muchas mujeres lo consideran aún
necesario y tienen razones para ello, es esencial para conseguir sus
metas profesionales y/o personales.
El Burka
social es un ejercicio ladino del poder de la influencia, es un pensar
que una mujer sólo puede ejercer el poder a través del otro, es en
definitiva seguir siendo objeto y no sujeto de derecho, es decir, capaz y
merecedor de ostentar el poder.
Pero las primeras contradicciones están saltando de las alcobas a la arena política.
Los altos
índices de violencia de género ponen de manifiesto la incoherencia entre
lo que se nos dice que podemos ser y lo que en realidad nos quieren
dejar ser.
Hoy
quisiéramos educar a nuestras hijas en la expectativa de un mundo
igualitario, un mundo de relaciones de equidad donde no tengan que
mentir o doblegar sus deseos, pero la realidad es otra muy diferente y
esto nos supone serias contradicciones a la hora de acometer su
educación, no solo la de nuestras hijas sino la de nuestros hijos
varones que carecen de referentes masculinos equitativos.
Mucho
se esta haciendo en la creación de modelos alternativos en la educación
de las mujeres pero poco o con escaso éxito en la educación de nuestros
varones tarea a la que debemos ponernos sin mas dilación pretendemos
facilitar el diálogo y encuentro entre los sexos.
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