DE VENECIA A TENERIFE
Somos muchos los que hemos vuelto a leer estos días la tragicomedia
shakesperiana Mercader de Venecia. En ella encontramos los
comportamientos económicos de mercaderes y prestamistas europeos de hace
500 años: la prima de riesgo y a los hoy llamados hombres de negro, que
no eran más que los banqueros alemanes y genoveses, que controlaban
nuestra economía y por ello decidían si teníamos o no capacidad de
endeudamiento.
Cuando el joven Bassanio solicita a su amigo y mercader veneciano
Antonio que le preste el dinero para poder cortejar a una rica heredera
veneciana, Antonio, que tiene todo su dinero invertido en la industria
de la exportación, acude al prestamista Shylock confiado en que sus
barcos estarán a tiempo en Venecia con fondos que triplican la deuda que
va a adquirir.
Antonio no cuenta con que las condiciones del mar son malas y los
barcos llegan a la ciudad más tarde de la fecha acordada con Shylock
para la devolución de la deuda. Por lo que Shylock exige ante la
justicia del Dux la devolución de su deuda, que está calculada en una
libra de carne fresca del lugar del cuerpo de Antonio que Shylock
designe.
La cuestión no está sólo en que el riesgo que corrió Antonio fue desmedido, sino en la razón propia del préstamo.
No se solicitó un préstamo para la compra de una nave o una inversión
que produjese la liberación de fuerzas productivas, sino, muy al
contrario, se solicita un préstamo para hacerse merecedor de una mujer.
Fidela, la alcaldesa de San Juan de la Rambla, recordaba en una
tertulia el viernes pasado que un familiar suyo le había solicitado
consejo acerca de dónde invertir los ahorros que tenía, si en la fábrica
o en una casa, a lo que Fidela le contesto que invirtiese en la
fábrica, que esa le daría para a posteriori comprar la casa.
Fidela comprendió, con esta sencilla anécdota, que el comportamiento
de la economía se fundamenta en las elecciones humanas que liberan
fuerzas productivas o, por el contrario, reafirman el status quo de una
sociedad y con ello el inmovilismo.
En esa misma tertulia, un exitoso empresario de la zona se preguntaba
por la razón para invertir en la actual recesión económica. Con ello
ponía de manifiesto un problema de gran envergadura política: ¿cómo
vamos a reorganizar a los emprendedores en una situación donde muchos de
ellos lo han perdido todo y no tenemos ni tiempo ni herramientas
políticas para aprovechar su caudal como agentes generadores de riqueza?
Nuestra economía no se recuperará hasta que los empresarios, como los
que estaban en la tertulia, recuperen las ganas de trabajar y su
capacidad creativa para hacer de lo viejo algo nuevo y de lo nuevo algo
útil. Y cuando los políticos dejen de ver los presupuestos como una
masilla modeladora de voluntades, en lugar de herramientas financieras
para equilibrar desequilibrios sociales. Sobra decir que nadie aludió al
congreso de CC, pero sí hubo comentarios a la plaga que está afectando a
la cosecha de la papa en nuestra Isla.
Nuria Roldán-Arrazola
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