LA CRIATURA



El hoy ministro de Justicia y ayer alcalde del municipio más endeudado de España, gracias a sus ambiciones megalómenas, y también opositor a Leguina en la Comunidad de Madrid, que éste lo llamaba criatura… Este buen hombre ha convertido uno de los asuntos más relevantes en la salud pública de las mujeres españolas en una burda maniobra para mantener determinadas banderas de cara a su electorado más reaccionario.
Y mientras su jefe de filas dirige un gobierno plagado de liberales e independientes, gente que dejó atrás el madrileñismo más casposo de nuestra criatura, ésta ha crecido, y lo que eran escaramuzas, han crecido con él y con su nuevo estatus ministerial.
Cierto es que, cuando ni las propias mujeres del PP querían asistir a los debates sobre los derechos reproductivos de las mujeres, él se presentaba de voluntario. Gallardón y la defensa cerrada de los varones a controlar el útero de la mujeres han ido siempre muy de la mano. Lo que fue un gran debate nacional sobre el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, sin intervenciones patriarcales de maridos, hijos u amantes; lo que constituyó un grandísimo avance social y de salud pública en nuestro país, hoy da un vuelco histórico para crearnos una situación de inseguridad y fragilidad de los derechos reproductivos y de la salud de más de la mitad de la población española.
Cierto es que uno de los mayores aciertos del PP ha sido evitar la aparición en España de un partido ultraderechista, como ha ocurrido en nuestro entorno europeo, que pudiese lastrar, aún más, si cabe, nuestra deficiente democracia.
Hasta el momento, este tipo de debate, anclado en un fundamentalismo ideológico, siempre se ha servido sobre la cabeza de las mujeres. Los valores tradicionales han sido los que han evitado un avance mayor de los derechos civiles y los derechos que afectan directamente a un cambio en el estatuto social de las mujeres.
Lo que resulta relevante es la postura que están tomando las propias mujeres de su partido, que, en otros momentos, le hubiesen dado la réplica. La hoy vicepresidenta del Congreso de los Diputados y exministra de Sanidad fue una defensora del derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad sin ningún tipo de cortapisa, lo cual nos podría llevar a pensar que el excesivo ideologicismo que criticamos hoy a la acción de Gobierno puede devenir de un uso excesivo por parte del Ejecutivo anterior de posiciones en la defensa de determinadas cuestiones que parecían más maniobras de propaganda y de marketing que planteamientos rigurosos refrendados por un conjunto amplio de la población.
Y yo me pregunto: entre la ministra que se bajó del coche oficial de su padre para subirse en el suyo propio y la actual ursulina que heredó su cartera, ¿no es posible encontrar la moderación y la cordura en la que nos veamos reflejada la inmensa mayoría de las mujeres y hombres liberales o progresistas de este país, los que constituimos la mayoría social? ¿No es posible dejar un debate que la sociedad española ya asumió y dejó de ser un problema en los años ochenta?
Los partidos políticos también tienen la función de modular los debates sociales y de definirlos siempre en su mejor momento.
Señores, hagan política, no ideología.

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