RACISMO SIN RAZA
Inmersos en procesos de globalización económica y cultural sorprende
aún más si cabe los discursos excluyentes de algunos líderes políticos
nacionalistas o editorialistas canarios.
Ahondar en las diferencias culturales y hacer de ellas una seña de
identidad o incluso el único elemento que te distingue ideológicamente
no deja de ser racismo moderno, si es que el racismo y la modernidad
tienen algo que ver.
A lo largo de los últimos siglos hemos considerado el racismo como un
fenómeno afectivo, individual y ligado a costumbres y comportamientos.
Hoy sabemos que el racismo es un fenómeno institucionalizado que
promueve la segregación y clasificación social y que responde a
realidades económicas-políticas rentables. Rentables en la medida que
determinados discursos políticos, formas de excluir al contrincante sin
entrar al fondo de la cuestión, son, cuando menos, fruto de un
papanatismo que nos ha llevado a la crisis moral en la que nos hallamos
inmersos.
El racismo sin raza se vertebra sobre la accesibilidad a los
recursos, tanto materiales como inmateriales, y sobre una anoréxica
concepción de las diferencias. Hoy seguimos considerando que el origen
de la desigualdad está en las diferencias y no en la inequidad de
nuestras sociedades.
Los discursos perezosos, instalados en lo más profundo de las
tradiciones excluyentes, son caldo de cultivo de una anomia moral que
nos hace debilitarnos, al tiempo que presas fáciles de las situaciones
de tensión en las que nuestras defensas deben estar bien armadas, para
resistir el envite del pensamiento débil de los últimos años del
posmodernismo y de la desaparición del sujeto.
Pretender remodelar la acción política volviendo al pasado es un
error que no ha dado los réditos políticos que algunos esperaban y que
ahora, sin duda, los jóvenes cachorros están a la espera de su momento.
Excluir es siempre la antesala de la trinchera, del deshonor y de la
mezquindad. Segregar en apostar por la pauperización ideológica y moral
de una sociedad que debe mirar al horizonte decorado con muchos colores,
para así poder ver algún día el arco iris.
La apuesta por el acuartelamiento victimista, por la sectarización y
precarización del pensamiento, nos lanza al hades con la sola compañía
de los monstruos frutos solo de nuestra sinrazón, bajeza moral y falta
de perspectiva. Ni la política ni el periodismo deben hacer dejación de
un pensamiento fuerte y de una consistencia teórica que nos encamine a
una sociedad plural donde no existan diferencias estigmatizadas y donde
la pluralidad sea un valor y no el enemigo a batir en una batalla cruel y
sin cuartel que nunca tiene límite.
Nuria Roldán-Arrazola
Comentarios
Publicar un comentario