Aletear de mariposas



Lo encontré solo sentado a la mesa con una copa de vino blanco, y ante mi protocolaria pregunta contestó: “No, no estoy solo. Estoy conmigo mismo”. Y después, dejando pasar un brevísimo segundo, para captar mi atención, apostilló: “Cada día me gusta más estar conmigo mismo”.
Este frontispicio del hombre moderno, blanco, occidental y de clase media, puede ser el proceso consciente, maduro y sereno de un devenir en el Ser. El ser sujeto de su destino, de su autonomía, en definitiva de un largo proceso intelectual y emocional que lleva a que el ligero y sutil aletear de las mariposas no suponga un tsunami, sino un sencillo, refrescante y bello aleteo de mariposa. Puede ser el resultado de la híper protección a la que nos lleva el no ver cumplidas nuestras expectativas sobre los demás, de haber esperado más de lo que nos podían o querían dar; puede ser la forma que toma nuestra propia inseguridad por la consciencia de nuestra vulnerabilidad.
Esta híper protección a la que nos sometemos sin apenas darnos cuenta nos produce una introspección que nos induce desinterés por los demás y por el mundo en general.
Puede ser pues que el imprescindible saber estar con uno mismo, ¿cómo de otra forma se podría estar con otro?, pudiese tomar la forma de una introspección producto del saber aceptar los deseos de los otros, y la sabia adaptación a las condiciones objetivas se transforme en un autismo emocional más propio de seres aislados que de humanos gregarios y socializados.
La soledad que acompaña al hombre moderno, blanco, occidental y de clase media, es una soledad seca. Seca por la falta de fluidos, por la falta de dejar correr las aguas de la vida, por la falta de reconocimiento en los otros, por la falta de amor a los iguales.
Esa soledad seca forma parte hoy de lo que otrora fueron las plagas de la humanidad que recorrían Europa. Esa Europa que hoy atraviesa una de las crisis más duras y descalificantes de procesos humanizadores que nos hagan entender emocionalmente que somos singulares dentro de la colectividad. Que somos de forma individual y también colectiva y que mostrar nuestra vulnerabilidad no implica ser débiles, sino todo lo contrario.
Las mujeres ya no tienen que ser guapas y los hombres valientes, sino que ambos nos encontramos con los otros sin renunciar a nosotros mismos.
El aleteo de las mariposas nos alegra y nos reconforta; no nos hace ponernos a la defensiva.
El otro no es el enemigo; a menudo el inconveniente está en nosotros mismos. Dar un paso adelante para escuchar a las mariposas puedes ser el comienzo de un nuevo lenguaje, de una nueva forma de amar que puede reconfortar nuestras almas cansadas y martirizadas por experiencias llenas de vanidades y soledades compartidas.
Dejar sentir la brisa que produce el batir de las alas de las mariposas en nuestra piel puede ser un buen augurio para este nuevo año.

Comentarios

  1. Des de mi perspectiva como persona y como mujer, considero que estar conmigo misma, que no en soledad conmigo misma, sino en compañia,me da la serenidad, seguridad, placidez de relacionarme, compartir, amar... a las otras personas que voy encontrando en el camino de la vida.

    Y me encanta encontrarme con el aleteo de las mariposas que alteran mi camino y me hacen reflexionar. MJ

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

HUYENDO DE LA ESPECULACIÓN. nuria roldán arrazola 23.05.2015

SISTEMAS ELECTORALES, PARTIDOS POLÍTICOS Y CACIQUISMO