Un buen gobierno



La ciudadanía española ha otorgado una importante y abrumadora confianza al PP en estas elecciones, solo comparable a la que obtuvo el PSOE en el año 1982.
La confianza debe ser recíproca, de no ser así la democracia se debilita.
Si la ciudadanía dio un voto prestado de confianza ésta debe ser atendida y debidamente.
Una de las primeras muestras de la devolución de esa confianza es la creación de un gobierno de los más competentes, de las mejores, de aquellos que a lo largo de su vida pública o privada hayan demostrado tener un buen juicio, un conocimiento basado en el saber hacer y en la racionalidad, es decir: una auctoritas, una legitimación socialmente aceptada.
Un gobierno preparado para los importantes retos y decisiones que debe enfrentar en una situación de clara pérdida de soberanía nacional en aras de una acción europea conjunta y por ello un gobierno preparado para la cooperación exterior, no en la pugna por y de lo mío que, sino en la pugna por aportar soluciones europeas conjuntas en un mercado interrelacionado.
Un gobierno de unidad donde no sobresalgan ni los sujetos ni las diferencias sino donde la suma sea lo relevante. Un gobierno de equipos de trabajo no de equipos de familias.
Un gobierno que haga de la austeridad y del rigor sus banderas y de la democracia su lenguaje gestual.
Un gobierno, en definitiva, que no genere ni alimente frentismos, ni desigualdades territoriales y con una clara vocación de servicio público.
Si los mensajes mediáticos sirven para algo un gobierno que rezume la sobriedad y el comedimiento del que hizo gala el PP la noche electoral y los mensajes de suma más que se enviaron en el medidísimo y meditadísimo discurso del candidato ganador y futuro presiente del gobierno.
Una de las cosas que está demostrando esta crisis es que los votos escondidos, los mensajes apocalípticos y las ideologías como deformación de la realidad ya no funcionan electoralmente.
Ahora es el momento de hacer y no de hablar de demostrar de los que se es capaz y para ello existe la confianza, el acervo y la experiencia en una sociedad civil que ha demostrado una clara madurez para enfriar los ánimos en momentos de tensión.
Un futuro presidente que erradicó el radicalismo en el congreso de Valencia (Junio 2008) y que derrocó en justa liza a los candidatos más casposos de la derecha española, debe mostrar toda su convicción y su práctica estratégica para conformar un gobierno de todos, un gobierno de unidad, que aquellos que no han votado al PP se sientan tranquilos y arropados.
Es el momento de la política, entendida como el saber al servicio del interés colectivo. Lo contrario supondría una quiebra de la confianza.

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