CARTOGRAFÍA PRESIDENCIAL
REPORTAJE PRESIDENCIA DEL GOBIERNO.
Vista de la sede de Presidencia del Gobierno de Canarias, Santa Cruz de Tenerife.
La sede tinerfeña de Presidencia del Gobierno, del estudio AMP Arquitectos, combina la experiencia de artistas como Pedro González, Fernando Álamo, Juan Gopar y Juan Bordes.
Tarde estival en el patio del siglo XVIII de la casa Hamilton ubicado en la sede presidencial del Gobierno de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife. Sentada en los escalones originales de piedra que anteceden a los de madera de tea, los que dan acceso a la primera planta del edificio, contemplo la solidez de la belleza del conjunto arquitectónico.
Fuera, los frondosos laureles dejan escapar la brisa entre sus hojas, y el olor del mar se cuela a través de la amplísima entrada de carruajes que completa el conjunto: el cuartel de San Carlos, en proceso de rehabilitación para las nuevas instalaciones administrativas adscritas a Presidencia, y la ermita de San Telmo. Todo ello constituye un equipamiento civil para uso y disfrute de la ciudadanía.
A pesar de las altas temperaturas del exterior, el patio ofrece un ambiente confortable y acogedor, con la luz natural tamizada por los diferentes orificios creados en los muros. Ello facilita seguir tomando notas.
La tranquilidad de la escena permite poder escuchar el cuidadoso caer del agua de la fregona que Mati, una de las siete limpiadoras del edificio, evacua en la rejilla central del patio.
Mati lleva seis años trabajando en la limpieza del edificio de Presidencia, y lo que más le gusta de éste son los murales en los techos de la segunda planta, los pintados por el artista Fernando Álamo. Según ella, le alegran la vida. También las puertas disimuladas y recubiertas de piedra que hay a lo largo de la planta de entrada.
En 1994 se celebró un concurso de ámbito nacional para la realización de un edificio singular que iba a ser la sede de Presidencia del Gobierno de Canarias en Santa Cruz. Resultó seleccionado el estudio de arquitectos de la capital tinerfeña AMP Arquitectos, SL, de Artengo, Martín Menis y Rodríguez-Pastrana.
Los arquitectos, bien conocidos en Canarias, acogieron el proyecto con mucho entusiasmo. Se trataba de crear un edificio singular con referencia al poder democrático en el Archipiélago. Para ello, diseñaron no sólo un edificio, sino toda una propuesta urbanística, que, entre otras cosas, obligaba a cambiar la dirección del tráfico para preservar la frondosa arboleda de laureles, que en la actualidad da verdor a la plaza, y para incorporar el cuartel de San Carlos y la ermita de San Telmo, creando así un diálogo con el entorno que se define por la presencia de dos fenómenos naturales determinantes: el océano y la cordillera de Anaga.
En esos momentos, se estaba realizando el levantamiento de la plaza de España. Felipe Artengo y José María Rodríguez-Pastrana, los arquitectos encargados en exclusiva de la dirección de la obra, deciden su reutilización dentro del entorno del edificio, alumbrando pues una nueva instalación, en la que brilla el conocimiento de los sistemas tradicionales de construcción en el Archipiélago, los materiales propios de este hábitat y una concepción de la arquitectura que trasciende lo inmediato para dar lugar a lo universal. Ello constituye uno de los elementos principales para entender el enfoque de pragmática elegancia que desean proyectar en el edificio.
El uso del hormigón y la piedra como elementos básicos del edificio permite que sea considerado un buen ejemplo de humanismo empírico insertado en el brutalismo inglés como escuela arquitectónica, aunque, como ya iremos desgranando, tiene su propia impronta. Esto los hace acreedores de referencia arquitectónica singular en nuestras fronteras y fuera de ellas. Estamos, en palabras de Juan Gopar, “ante uno de los hitos de la arquitectura canaria de todos los tiempos”.
El patio de la casa Hamilton, que había formado parte del Consulado del Mar de Tenerife, situado en la calle de La Marina y derribado en 1973, se reconstruye y se monta en su totalidad para incorporarlo al complejo, dando un inesperado giro al proyecto inicial, puesto que se pretendía no sólo la incorporación de un elemento de la arquitectura tradicional canaria, sino la creación de una nueva estructura espacial fundada en el continuo y no en la segmentación, en la variación de texturas, como amparando la diversidad de los diferentes territorios isleños frente a la simpleza de la homogeneidad.
Así están las piedras verdes de La Gomera, presentes en las paredes de la segunda planta del edificio; las planchas de la montaña de Tindaya, con sus vetas propias y casadas manualmente por los propios arquitectos en las paredes que recubren uno de los mejores espacios sonoros de la Isla: el salón de actos, sito en la planta de la entrada; la negra piedra basáltica de la villa de Arico, que recubre la fachada, donde han quedado presentes las marcas del transporte, o las piedras rojas de Lanzarote, que forman paredes en la biblioteca, hoy archivo general de Presidencia, donde se registran y clasifican todos los documentos que genera la institución, así como los regalos y ofrendas oficiales que se otorgan al presidente.
El edificio de Presidencia del Gobierno de Canarias es en sí una sola obra, no la suma de sus partes. Se hace así realidad la máxima de que los artistas son aquellos que pasan su vida dedicados a juntar las piezas separadas del mundo, algo muy parecido a lo que manifestaba Ortega y Gasset: “El acto específicamente creador es aquel en el que extraemos el 'logos' de algo que es todavía insignificante o 'i-logico”.
El edificio puede ser considerado una alegoría del esfuerzo de interiorización que supone conocernos a nosotros mismos para, desde ahí, proyectarnos a través de la técnica y de la ética hacia el exterior, al que tanto tememos y a la vez tanto ansiamos.
El pasado alimento de lo moderno
La estructura del patio de los Hamilton, de dos plantas, obligó a los arquitectos a respetar esta circunstancia, y también a construir una tercera planta, donde se halla la vivienda oficial y protocolaria del presidente. La primera de las plantas acoge las diferentes estancias de administración y protocolo de Presidencia y Vicepresidencia. La segunda planta, a la cual se accede a través de la escalera noble del patio, integra los despachos oficiales de Presidencia y Vicepresidencia; la sala del Consejo de Gobierno, la cocina y los diferentes salones de recepción y audiencia, que se subdividen, según las necesidades, a través de magníficas puertas de corredera y madera noble. Esta planta se completa con un patio floral y un balcón con vistas a la glorieta, al intercomunicador de transportes y al océano. Una mirada atenta de la planta ofrece la perspectiva de esa continuidad espacial, que tamiza la luz que entra a través del patio, de las planchas de madera de los murales en los techos del artista tinerfeño Fernando Álamo y de la puerta de acceso al patio exterior, realizada ad hoc en hierro, una vez incrustados los ventanales de las plantas inferiores de la casa Hamilton. Los tapaluces, realizados en madera, se deslizan sobre los rieles y segmentan la entrada de la potente luz de Canarias.
La libertad en el frontispicio del arte
Cuatro fueron los artistas canarios elegidos por los arquitectos para completar el conjunto edificatorio: tres pintores: Pedro González, Fernando Álamo y Juan Gopar, y un escultor, Juan Bordes. Dos son las obras de Pedro González realizadas ex profeso para Presidencia: la primera, un tríptico que se encuentra en el corredor que da acceso al salón de actos situado en la planta de entrada del edificio y que puede verse desde el patio. El tríptico responde a tres de los temas centrales en la obra del artista lagunero: la naturaleza, la soledad del hombre y el mar. La otra aportación es un cuadro de gran formato de la época denominada Cosmoarte, que preside el despacho presidencial. Pedro González representa el magisterio y el compromiso con la modernidad, la visión ética y política que proclama la necesidad de la renuncia, en el arte contemporáneo, a la creación de la belleza en aras de la libertad. Desde este punto de vista, y considerando que tanto Álamo como Gopar son discípulos de él, lo común frente a lo diverso está de nuevo manifestándose. La creación de los murales en los techos de la segunda planta del edificio fueron encargados al artista Fernando Álamo, no sólo porque Álamo ha trabajado mucho escenografías y obras de gran formato, sino por su vertiente renacentista, en cuya época los artistas eran embellecedores de ciudades y entornos. Álamo recrea en los murales el mito de Garoé, el árbol que nunca se marchitaba ni angostaba. Dos son los elementos por los que eran conocidas las Islas Canarias en la antigüedad: los pájaros, que emitían un canto muy especial, y el árbol de Garoé, del cual manaba el agua. Los pájaros tienen una amplia representación en el mural del despacho de Vicepresidencia, donde el azul tan representativo en la pintura de Álamo toma vida propia, acompañando de variantes la rama de Torriani que representa el árbol del cual manaba el agua: el agua que representa el océano, elemento unificador de las siete islas del Archipiélago. El océano está presente en la cartografía alemana de la sala del Consejo de Gobierno, donde Álamo, igual que los pintores clásicos (Velázquez, Picasso, Rafael...), se representa así mismo. Ahí narra la historia, y se narra dentro de ella, sosteniendo el escudo de Canarias. Álamo integra su pintura en los diferentes elementos arquitectónicos del edificio, en esa filosofía de hacer sencillo lo complejo, sin florituras ni artificios, con la forma y el color.
La experiencia plástica
Techos colgantes de álamo en referencia al mito de Garoe.
Motivo de la escalera
Techos colgantes de Álamo con fondo de batick creado con el motivo de la escalera
Techos colgantes de álamo en referencia al mito de Garoe, con motivos de pajaros.
Álamo
Los murales de Álamo cumplen una función, como no podía ser de otra manera, en el pragmatismo propio de la filosofía de la arquitectura que mantienen Artengo y Rodríguez-Pastrana: los murales tamizan la luz produciendo así un fenómeno de confusión en el que no se identifica lo que es luz natural o artificial. Las salas de recepción y protocolo recogen motivos decorativos de la escalera para diseñar un batik en rojo con estampaciones, creando de nuevo un fenómeno óptico que confunde la pintura con la producción fabril; batik sobre el que se exponen las piedras en colores básicos (azul, rojo, negro), a las que entrelaza con una versión libre de la rama de Torriani.
Gopar
Juan Gopar es el encargado de incorporar la visión de la modernidad a la sala de recepción y de protocolo. Su obra de gran tamaño aparece colgada a una altura que hace difícil la visión, con el objeto precisamente de no ser vista en un primer vistazo. La piedra gomera hace necesario volver a mirar sobre lo ya visto para percatarse de su presencia. Gopar pretende, y lo consigue, pintar la luz que se deja ver a lo largo de las rendijas de todo el edificio. Sus cuadros de tonos firmes y francos rememoran las pinturas minimalistas del norteamericano Reinhardt, y se ocupan de otorgar el máximo orden con los mínimos medios, es decir, el todo siempre es más importante que las partes.
El trabajo del escultor Juan Bordes es el que da la bienvenida al ciudadano. Como hemos señalado, el edificio tiene una parte de entrada directa al patio central, para el acceso a caballo, como en los señoriales edificios de La Laguna o La Orotava. Este espacio, en la actualidad, se ha sustituido por el coche. El acceso principal, el que da a la calle, se encuentra flanqueado por una gran puerta de hierro fundida en diálogo con la piedra basáltica de Arico y con vaciados de la flora representativa del Archipiélago, muy en relación con la vegetación presente en el patio de la segunda planta del edificio.
Nuria Roldán-Arrazola
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