DEMOCRACIA SIN CIUDADANOS I



¿Cuál es y cuál debe ser la función de la ciudadanía en nuestras democracias liberales?.¿Son nuestras democracias facilitadoras de ciudadanía y por ende de nuestros ciudadanos?.
Sabido es que una de las principales funciones de la democracia es la construcción de una ciudadanía moral, es decir, una ciudadanía conocedora  y defensora de de sus derechos fundamentales así como de sus deberes cívicos.
La cuestión entonces sería dilucidar si nuestras democracias son favorecedores de este tipo de ciudadanía o por el contrario son disuasorias.
La desafección ciudadana, que tiene su fundamento en una carencia de fraternidad, favorece unos sujetos indecisos, desapegados y vulnerables que se agarran al mito de la vida privada ante la imposibilidad de una vida política plena.
Una democracia de partidos donde los grupos políticos sueles estar más pendientes de los intereses del partido al que pertenecen que al interés general, pero que cada cuatro años deben bajar a la arena para solicitar el voto delegado de sus convecinos a los que han tenido ignorados los cuatro últimos años anteriores.
Una democracia mediatizada por unos medios de comunicación que informan con demasiada premura y frivolidad y que atiende a intereses de grupos económicos o de presión que casi nada tienen que ver con crear conciencia crítica y si mucho con domesticar el pensamiento.
Una democracia que cree que ésta empieza y termina con el voto cada cuatro años y que entre una votación y otra no existe fórmula de contraste del contrato entre representantes y representados.
Una democracia que ve el resurgir de  los nacionalismos con las actitudes cortoplacistas que favorecen visiones del mundo sesgadas y por ende sectarias, donde la reducción lleva a ver las posiciones en el maniqueísmo de los buenos y los malos.
Unas democracias que no conjugan el verbo pensar porque su práctica condena al ostracismo.
Un sistema educativo que mira más hacia mantener el orden existente que a crear condiciones objetivas para el desarrollo del pensamiento.
En definitiva una democracia que pareciera luchar contra sí misma, una democracia que  agoniza sin ciudadanos pero que los anhela en teoría y que construye todo su discurso con base en ellos, pero donde ellos no tienen lugar.
Una democracia que genera instituciones que estando al servicio del ciudadano ven en él al objeto más abyecto de sus quebraderos de cabeza, que legisla para ponerle trabas y desmoralizarle haciendo de la ley un instrumento disuasorio frente a una elemento de fortalecimiento de ciudadanía.
Una burocracia que recela del individuo y favorece a los colectivos, invisibilizando la crítica y homogeneizando las normas.
Una burocracia que aumenta su poder en la medida en la que debilita al ciudadano, porque la ciudadanía le cuestiona y le resulta muy incomoda.
Una ciudadanía que creó las condiciones para el cambio y que hoy se ve abandonada, engañada y amordazada por los que otro día buscaron su aquiescencia, su complicidad y que hoy se han hecho los propietarios del corral pero sin escritura de propiedad. Hoy los ciudadanos nos vemos desposeídos de nuestro lugar y en él ejercen de oKupas los políticos y los burócratas.

Nuria Roldán

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