TRAMA DE GRISES


¿Cómo puede improvisarse un Real decreto de estado de alarma que no responda a una catástrofe natural o sanitaria?. Los estados de alarma, excepción o sitio están previstos en nuestra Carta Magna como medidas excepcionales.
El estado de alarma es en sí misma una medida al margen de nuestro complejo entramado jurídico legal, puesto que deja en suspenso derechos fundamentales para asegurar el orden social.
Pareciera curioso que un colectivo profesional al servicio del estado, que escasamente forman 2.000 personas, ponga en jaque a un gobierno democrático con toda la legislación laboral, penal y civil a su servicio para mantener el orden en el espacio aéreo de un país europeo.
Decretar el estado de alarma es la medida que ha considerado más ajustada nuestro gobierno para asegurar el servicio aéreo-portuario, alterado por un posible acto de sedición de los controladores aéreos al Estado Español.
El conflicto entre gobierno y controladores viene siendo una constante  desde febrero del 2010 donde se aprobó la actual regulación del horario de trabajo de los controladores, desde entonces aquí no se ha abierto expedientes sancionadores, ni se han realizado despidos ni medidas que mostraran a los controladores con claridad los límites de sus indiscutibles abusos, para con una ciudadanía que está realizando enormes esfuerzos para asegurar sus condiciones laborales en momentos de crisis.
La política es la ética social en la perspectiva general, la política es ante todo la acción de resolución de conflictos con una buena dosis de oportunidad; En este sentido, decretar un estado de alarma en cuestión de horas y de forma impredecible, sin conocer el alcance de las medidas a tomar y la duración  de la misma, es cuando menos cuestionable.
De las declaraciones del ejecutivo estos días pareciera que aquel que osase  mostrar su desacuerdo incurriría en un acto de deslealtad, mostrando así la dualidad blanco o negro como las únicas posibles en situaciones de defensa del orden democrático. Lejos de ésta consideración, algunos pensamos y, la experiencia nos indica, que la acción  política debe ser un complejo devenir  de tramas de grises que aseguren el libre pensar y el ejercicio pleno de ciudadanía, ambos elementos  imprescindibles para no convertirnos en fieles creyentes.
La tendencia, muy hispana, de abordar lo problemas con un sencillo maniqueísmo de héroes y villanos no hace progresar el espíritu crítico y por ende la democracia.
Aquellos que se empeñan en hacer volar a las gallinas en lugar de aprender a planear como un águila suelen tener poco recorrido, el principal problema no es que no levanten el vuelo, sino que nos impiden volar a los demás.

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